martes, 24 de diciembre de 2013

INCENDIO POR NOCHEBUENA

Aspecto del Real Alcázar de Madrid
     Movida debió resultar la Nochebuena de 1734 en un edificio tan emblemático como el Real Alcázar de Madrid, residencia de los Reyes de España desde hacía siglos. Asentado sobre una antigua fortaleza de origen musulmán, sufrió reformas que lo convirtieron en uno de los principales castillos del reino. Ya Carlos I le hizo reformas en la primera mitad del siglo XVI para modernizarlo, adaptándolo a la moda y poniéndolo a su gusto para ser habitado conveniente. De esa obra destaca la división en dos patios conocidos como del Rey y de la Reina. Las mejoras continuaron durante los reinados de Felipe II, Felipe III y Felipe IV, cuando de la mano de Juan Gómez de Mora, el mismo arquitecto que erigiera la Plaza Mayor de Madrid o la Casa de la Villa, adquiere su aspecto definitivo. 
     Durante todo el tiempo que pasó el Alcázar de los Austrias convertido en centro del imperio más importante de su tiempo, fue atesorando riquezas tanto monetarias como artísticas sin igual. Siendo testigo de la presencia de todos los monarcas de la Casa de los Austrias, también conoció el cambio de dinastía reinante con la llegada de Felipe V, el primer Borbón en el trono. Y precisamente durante el reinado de este último se produjo el fatal incendio que acabó con el vetusto edificio. 
Alcázar de Madrid a principios del siglo XVIII
     En la Nochebuena de 1734 comenzó un incendio que duró 4 días, tras el cual no quedó del edificio más que cenizas. Desconocemos si algún grupo de criados decidió festejar el nacimiento de Jesús y prendiendo hogueras para cantar y bailar, éstas se les fueron de las manos y terminaron montando la fogata de sus vidas. En una época en la que los incendios se apagaban con cubos y los bomberos con sus flamantes uniformes y su vehículos rojos no eran ni un sueño, nada bueno podía salir de este hecho. Cuando el incendio fue detectado por la guardia en tan navideña noche, se tardó en dar la alerta y ante el miedo a saqueos, no se abrieron las puertas del edificio hasta que fue tarde, salvándose muchas obras de arte de las que hoy pueden verse en el Museo del Prado de puro milagro. En cuanto al tesoro de los reyes, no corrió mejor fortuna, cofres arrojados por las ventanas y objetos de metales preciosos derretidos hasta quedar deformados por efecto del calor. Quizás los únicos que corrieron suerte fueron los monarcas, que se encontraban en el Palacio del Pardo a causa de las obras que se estaban llevando a cabo en el alcázar. 
     Pero como no hay bien que por mal no venga, poco después comenzó a edificarse en el mismo lugar el Palacio Real, más al gusto de la moda del siglo XVIII y donde trabajaron arquitectos de la talla de Filippo Juvara, Juan Bautista Sachetti o Francesco Sabatini, quien lo concluyó.