martes, 9 de febrero de 2016

EDIFICANTES RELATOS PARA ESTE TIEMPO

     -¡¡¡40 días, pater!!! ¡Pero eso no pué ser! -bramó Centulio.
Centulio Cenagoso Cerezo es un labrador de aspecto cetrino y grandes hechuras, conocido por el sobrenombre del "tresce" por obra de sus padres y gracia de Don Obdulio Colavieja, párroco de San Gregorio, quien obsesionado por el descubrimiento de las reliquias de los santos mártires del Sacromonte decidió expandir la fe única y verdadera bautizando a todos los nacidos entre su feligresía con tan martiriológicos apelativos. Por ello abundan los Cecilios, Hicisios, Maronios, Panuncios, Tesifontes, Turilos y todo el santoral de varones apostólicos martirizados por romanos, visigodos y árabes. 
     -Sí, hijo sí -responde pacientemente el padre predicador Don Rómulo Ortiguilla, apodado entre su parroquianos como "romuloyremo" no por su desmedida afición por la Historia de la antigua Roma, que jamás tuvo tal, sino porque todo el vecindario conoce que Don Rómulo, como experto tocador de señoras, fue sorprendido durante su ministerio evangélico en Cantillana por el cornudo marido barquero de una dilecta beata mientras honraba con ella el pagano arte de Venus. Éste, poseído por la bravura de un Júpiter Tonante, le asestó un tremendo porrazo con el remo de madera maciza de olivo que portaba alcanzándolo de lleno en toda la cocorota y dejándole de recuerdo una pequeña hendidura acompañada de cicatriz que aún hoy se le hace visible, a pesar de la tonsura, junto a la ceja izquierda cada vez que el sol le ataca desde ese lado. 
     -¿¿¿Pero pater??? ¿Me está diciendo que habré de pasar 40 días sin echarme ni un triste cacho carne al gañote y sin poder tener arrejuntamiento con la bendita de mi Venancia? ¡¡¡Que no, que eso no pué ser!!! -gruñó nuevamente Centulio.
     -¡Dios bendito! dame paciencia -musitó Don Rómulo. Éste tiene las entendederas tan cortas como las de su padre Indalecio Cenagoso el "ceporro", de quien se decía que no es que fuera bruto sino que ahorraba en pensamiento, así en su vida nunca tuvo ninguno por no malgastar inteligencia -meditó para sí. 
     -No sé, no sé... -se atestaba Centulio. 
     -Mira Centulín, tu vienes el miércoles, te pongo la ceniza como señal de tu arrepentimiento y penitencia, te comportas como un buen cristiano evitando los pecados y sin dejarte llevar por la tentación durante los próximos 40 días y ya veremos ¿eh? Si fuere preciso te vas a dormir al corral y dejas a la Venancia a lo suyo ¿estamos? -Romuloyremo, perdón, Don Rómulo se ha percatado por el rabillo del ojo que una de sus más fieles feligresas ha entrado con urgencia en busca de confesión, de ahí su premura por despachar al tresce.
     Allá va Centulio con su mugre fielmente pegada al cuerpo por estratos anuales y sus aperos de labranza al hombro, rascándose el pelo ralo de su cabeza a cinco dedos porque no tiene más con qué hacerlo en esa manaza que le dio el Creador y que más parece catálogo de miembros viriles que deditos de novicia bordadora. Mientras tanto y sin abandonar el tema, Don Rómulo saca brillo a su hisopo más preciado mientras departe con la beata en el más sagrado secreto de confesión. Siempre hubo clases y los pecados de unos no son los pecados de otros.