"Miguel Mañara lee la regla de la Hermandad de la Caridad". Valdés Leal (1681) |
Leyendo el libro "Sevilla Misteriosa. Guía Secreta" de José Manuel Frías (Ed. Almuzara), me ha llamado la atención la historia de Miguel Mañara (1627 - 1679), un aristócrata sevillano de origen corso que, tras la muerte de su mujer, y según algunas fuentes, se dio a una vida de pecados que él mismo llegó a describir con estas palabras: "... ofendí a Dios... Serví a Babilonia y al demonio su príncipe con mil abominaciones, soberbias, adulterios, juramentos, escándalos y latrocinios, cuyos pecados y maldades no tienen número...". Sobre este asunto, flota una leyenda que afirma que su conversión al recto camino se produjo a raíz de un encuentro que sufrió una noche de juerga por las calles sevillanas. Una versión afirma que se encontró con una hermosa mujer a la que persiguió con intenciones libidinosas, al darle alcance y quitarle la capa descubrió con horror que se trataba de un esqueleto descarnado. La segunda de las versiones cuenta que presenció el paso de un cortejo fúnebre, intrigado se acercó para ver quién era el difunto, pudiendo contemplarse a sí mismo en el interior del ataúd.
La historia real seguramente sea muy distante de la fantástica. Como ocurre en tantos casos, parece ser que tras el hecho traumático del fallecimiento de su esposa decidió dar un giro a su vida, dedicándose desde entonces a obras piadosas a través de la Hermandad de la Santa Caridad (asistencia a pobres y enfermos, entierro de ajusticiados y suicidas, rezo por los fallecidos,...). Su fervor religioso llegó a tal extremo que se implicó en la construcción del Hospital de la Caridad, lugar desde el que desarrolló su labor asistencial hasta su muerte.
"Francisco de Borja delante del féretro de Isabel de Portugal". Jean Paul Laurens (1876) |
En este tipo de narraciones moralistas, muy del gusto de aquella época, no dejan de encontrarse similitudes con las de otros famosos personajes. Por la cabeza me ha rondado también la leyenda sobre la conversión de San Francisco de Borja (1510 - 1572), IV Duque de Gandía, quien en 1539 tras escoltar el cuerpo de la emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, hasta Granada para su posterior sepelio, sufrió un duro impacto al abrir el féretro y contemplar los efectos de la descomposición en el cadáver. El mito nos dice que aseveró "nunca más servir a un señor que se pueda morir". Tras esto ingresó en la Compañía de Jesús, orden de la que llegó a ser general. Sus obras le valieron alcanzar los altares en 1671.
La literatura también se ha hecho eco de este tipo de sucesos fabulosos, solo hay que leer "El Burlador de Sevilla" de Tirso de Molina o el "Don Juan Tenorio" de José Zorrilla para darse cuenta de los paralelismos.