Acabo de terminar la última entrega (La Década que nos dejó sin Aliento) de la serie de libros que Juan Eslava Galán ha dedicado a la Historia de España desde la Guerra Civil hasta la Transición. Entre la sucesión de datos curiosos, anécdotas y demás situaciones que narra con su particular estilo, que tanto nos atrae a sus lectores, me quedo con varias, pero quisiera destacar aquí el coloquio que hacen los leones de la puerta del Congreso de los Diputados, Benavides y Malospelos, sobre la situación política en la España del retorno a la democracia.
Estos leones tienen también a sus espaldas una curiosa historia. En principio, no estaba prevista su colocación en la puerta de tan ilustre edificio. Fue con el paso de los años, tras la inauguración del mismo en 1850, cuando se decidió que adornasen la sede de la soberanía. Pero tres fueron los proyectos previos a su definitiva instalación. En primer lugar, el encargo recayó en Ponciano Ponzano, autor del frontispicio del Congreso, quien hizo unos leones de yeso imitando al bronce que hubieron de ser sustituidos al cabo de un año por deterioro. En segundo lugar, José Bellver diseñó dos leones en piedra de pequeñas dimensiones, muy criticados al parecer más perros que leones, motivo por el cual fueron retirados. Por último, fue Ponzano, nuevamente, quien con el metal de unos cañones capturados al enemigo en la Batalla de Wad-Ras durante la Guerra de Marruecos en 1860, fundió a los actuales en la Sevilla de 1865. A pesar de las protestas de algunos diputados por el origen bélico de tan ilustres felinos, fueron situados en su pedestal en 1872, recibiendo los nombres de los héroes del 2 de mayo de 1808, Daoíz y Velarde, aunque también se refieren a ellos con el apelativo mencionado al inicio.
Desde allí han vivido la convulsa e intensa Historia española, convertidos en analistas políticos de primera fila por la magistral pluma de Juan Eslava.