Vista del cruce de las calles Almonas y Mancera |
No es que yo me deje influir por esta invasión de la cultura americana, pero como los asuntos del mundo paranormal son universales, aprovecharé la oportunidad para rescatar una de las historias de terror que tradicionalmente se contaban a todos los niños y niñas cordobeses, se trata de la leyenda de la "Casa del Duende". Para ello seguiré lo que D. Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutiérrez nos cuenta en su inmortal obra "Paseos por Córdoba" (1873 - 1877). Según este erudito, en la calle que conecta el Realejo con la Plaza de la Almagra, conocida como calle de Almonas (hoy calle Gutiérrez de los Ríos) y que pertenece al barrio de San Andrés, se alzaba la conocida como "Casa del Duende". Esta casa se hallaba en la confluencia de la calle de Almonas con la calle Mancera.
Relataban los más ancianos del barrio que se trataba de una casa encantada, que era la típica forma de referirse a las casas embrujadas. Allí en el siglo XVI vivió, junto con su doncella, una rica mujer que heredó la casa de sus padres. Esta mujer contaba con un hermano que la envidiaba profundamente, pues el testamento de sus difuntos padres la había favorecido sobremanera, en detrimento de él, por todo lo cual, maquinaba secretamente la forma de deshacerse de su hermana.
Pero la dama no vivía sola, la casa también estaba habitada por un "duende" llamado Martín, es decir, un espíritu condenado a vivir allí por haber abofeteado, en vida, a su padre. Este duende, ser horrible donde los hubiere, se enamoró locamente de la dueña de la casa, a la que se le aparecía frecuentemente. En sus apariciones advirtió a la mujer de los diabólicos planes de su hermano, pero ésta no le hizo caso, abandonó la casa y se mudó, escapando así de la horrible visión del duende y de sus peticiones amorosas. Trató de alquilar la casa sin conseguirlo, pues el duende era famoso en todo el barrio y nadie quería vivir en esa casa, de manera que quedó vacía y abandonada.
En nochebuena, la mujer fue a la Catedral a los oficios religiosos, allí se encontró con su rencoroso hermano quien aprovechó la oportunidad para apuñalarla sin que nadie lo viera, posteriormente, fingió sorpresa al enterarse del crimen que costó la vida a su hermana.
Pasados unos años, dueño ya del patrimonio familiar, decidió mudarse a la vacía casa de la calle de Almonas, pues no conseguía alquilarla y él no creía en la existencia del duende. En principio, su vida allí fue normal, hasta que una noche se despertó cansado, palpándose el cuello notó que tenía anudada una soga, acto seguido trató de encender la luz para ver qué ocurría pero notó cómo alguien tiraba de él, dejándolo colgado en una viga.
Tras dos días sin noticias, los vecinos avisaron al Corregidor (similar a un alcalde en los siglos XVI - XVII), quien echando abajo la puerta, descubrió el cadáver pendiendo del techo. Junto al difunto, un horrible hombrecillo de voz grave les dijo: "Podéis dar sepultura en sagrado a este cadáver, porque no ha sido él quien ha puesto fin a su vida; lo ha hecho la Divina Providencia, en castigo de ser el asesino de su hermana, y ya que la justicia de la tierra dejó impune su delito, la del Cielo ha querido castigarlo por mi conducto.". Tras decir esto desapareció para siempre causando un gran estruendo y dejando a todos los presentes atemorizados.
Actualmente, la zona ha cambiado mucho, como se puede observar en las fotos del lugar que ilustran esta entrada. La historia del duende, sin embargo, contó con gran éxito entre los habitantes de una pequeña ciudad como Córdoba, llegando, como apuntaba al inicio, hasta nuestros días. A cada lector o lectora corresponde ahora dilucidar dónde está el difuso límite entre lo real y la leyenda.
En nochebuena, la mujer fue a la Catedral a los oficios religiosos, allí se encontró con su rencoroso hermano quien aprovechó la oportunidad para apuñalarla sin que nadie lo viera, posteriormente, fingió sorpresa al enterarse del crimen que costó la vida a su hermana.
Pasados unos años, dueño ya del patrimonio familiar, decidió mudarse a la vacía casa de la calle de Almonas, pues no conseguía alquilarla y él no creía en la existencia del duende. En principio, su vida allí fue normal, hasta que una noche se despertó cansado, palpándose el cuello notó que tenía anudada una soga, acto seguido trató de encender la luz para ver qué ocurría pero notó cómo alguien tiraba de él, dejándolo colgado en una viga.
Vista de la calle Almonas |
Actualmente, la zona ha cambiado mucho, como se puede observar en las fotos del lugar que ilustran esta entrada. La historia del duende, sin embargo, contó con gran éxito entre los habitantes de una pequeña ciudad como Córdoba, llegando, como apuntaba al inicio, hasta nuestros días. A cada lector o lectora corresponde ahora dilucidar dónde está el difuso límite entre lo real y la leyenda.