Los visitantes del famosísimo rastro de Madrid, en el castizo barrio de Lavapiés, se topan con una estatua que, en principio, llama su atención al tratarse de un soldado en actitud desafiante y portando una caja de explosivos. En su pedestal puede leerse: "El ayuntamiento de Madrid a Eloy Gonzalo. 1901". Pero, ¿qué tiene que ver el tal Eloy Gonzalo con la Guerra de Cuba?
Todo comienza cuando este personaje, huérfano y criado en el hospicio de Madrid, es enviado en 1895 a combatir en la guerra colonial que España mantiene contra los llamados insurrectos cubanos. El 22 de septiembre de 1896, los jefes rebeldes Máximo Gómez y Calixto García cercaron la aldea de Cascorro (Camagüey). Allí resistía un destacamento español de forma desesperada y, tras 4 días de asedio, deciden destruir una pequeña fortificación de los insurrectos.
Tomada la determinación, Eloy Gonzalo se ofreció voluntario para acercarse sutilmente hasta la posición y tratar de dañarla por sorpresa. Se cuenta que pidió que le ataran una cuerda a su cuerpo por si era herido o muerto, así sus compañeros podrían recuperarle. De ese modo, pertrechado de su fusil y un bidón de petróleo, se arrastró hasta el enemigo, incendiando sus defensas, y consiguiendo regresar con vida hasta las posiciones españolas. Unos días después, su destacamento sería liberado por tropas comandadas por el general Jiménez Castellanos.
El acto de heroísmo protagonizado por el soldado Eloy Gonzalo fue premiado con la Cruz de Plata al Mérito Militar. Pero desgraciadamente, Gonzalo falleció en junio de 1897, no precisamente en la guerra, sino a consecuencia de las enfermedades, como tantos otros de sus compañeros de armas. Se afirma, no sin razón, que las enfermedades causaron más bajas al ejército que el propio enemigo.
Su valeroso acto no fue conocido de inmediato, más bien, con el tiempo se utilizó como ejemplo de heroísmo para los soldados que, forzados al no poder pagar las aproximadas 2.000 pesetas que costaba librarse del servicio militar, partían con destino a la guerra de Cuba. El ayuntamiento de Madrid le dedicó una estatua y la plaza en la que fue ubicada comenzó a conocerse como Plaza de Cascorro. Por otro lado, su historia también fue llevada al cine en 1947 en la cinta titulada "Héroes del 95".
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