Aspecto actual del convento de la Merced (hoy Diputación Provincial) |
Releyendo el libro "Casos Notables de la Ciudad de Córdoba" y dada la cercanía con el día de difuntos, aprovecharé para recordar una leyenda cordobesa relacionada con el tema. Se trata de la historia de Don Fernando de Cárcamo, un rico y noble caballero además de juerguista que vivió en nuestra ciudad y cuya extraña conversión nos recuerda a los casos que ya comentamos en este blog del sevillano Miguel de Mañara o del jesuita Francisco de Borja.
Si despojamos de su halo de leyenda estos hechos veremos que se trata de historias con un fuerte toque catequizador para incitar a la piedad, al recogimiento y a la religiosidad a los fieles de la época. Así que respetaré la leyenda que nos han legado a la posteridad por medio de la tradición escrita y oral.
Parece ser que, cierta noche, Don Fernando de Cárcamo andaba sumido en una de sus francachelas cuando salió de la ciudad por la Puerta de Osario y hallándose cerca del convento de la Merced (hoy sede de la Diputación Provincial), comenzó a escuchar unos alaridos femeninos que provenían de un tejar cercano. Asomado a la tapia del establecimiento observó a una mujer que lloraba por el fallecimiento, minutos antes, de su marido. Como debió de verla en estado de shock, y apiadándose de ella, decidió ayudarla con el cadáver y, tras dejarlo amortajado, la envió en busca de un cura para sacramentar como Dios mandaba al finado.
Puerta de Osario (hoy cruce de Calle Osario con Ronda de Tejares) |
Se desconoce cuanto tiempo pasó Don Fernando acompañando al difunto, lo que se dio por cierto es que en algún momento de la noche se levantó del lecho mortal, cual walking dead moderno, atacándolo a traición y por sorpresa. La cara de Cárcamo debió de ser un poema y no precisamente de Góngora ni Quevedo. Tras un período indeterminado de lucha y cuando parecía que Don Fernando estaba más cerca de acompañar al inesperado zombi en su travesía al más allá que de seguir vivo, misteriosamente fue liberado, a la vez que el muerto retornaba a su posición original.
Enseguida entraron por la puerta la flamante viuda, el cura y un médico que certificaron, sin género de dudas, que ese difunto estaba bien muerto. Todo ello ante la cara de estupefacción de Don Fernando de Cárcamo, quien no contó nada de lo sucedido, quizá porque no le creerían y le tomarían por beodo además de por crápula. Tras abandonar la casa, Don Fernando se dirigió a un monasterio situado en la Arruzafa donde solicitó el ingreso en el mismo para purgar sus pecados pasados, allí permaneció el resto de su vida y falleció, como se decía entonces, en olor de santidad.
El mérito de esta historia es que tuvo lugar siglos antes de que los guionistas de Hollywood convirtieran los encuentros con muertos vivientes en series de éxito, y la moraleja que podemos extraer sería que los encuentros con zombis es lo que tienen, que vuelven del revés tu vida como un calcetín.
Buenas noches, le escribo sin ser una de sus alumnas ni conocerle si quiera, para darle las gracias por el excelente blog que tanto trabajo y conocimientos muestra, y que tan útil me ha resultado y está resultando. Este año he comenzado a estudiar historia y, guiada por lo aburrida que se me hacía la historia que me mostraba mi libro de texto, comencé a buscar por internet algo que la hiciera mas digerible de estudiar, y topé con su blog que la han hecho interesante incluso un tanto divertida. Así que gracias, Sr. Profesor de Historia.
ResponderEliminarBienvenida al blog.
ResponderEliminarLe agradezco mucho su comentario, pues siempre es un placer sentirse útil. El blog comenzó siendo un trabajo con el alumnado y al final han pasado varios años y, bueno, ahí sigue con contribuciones periódicas.
Espero que disfrute con la lectura y amplíe sus conocimientos.
Un saludo.