El general Antonio López de Santa Anna (1794 - 1876) |
En ocasiones topamos con historias curiosas fruto de la megalomanía de muchos mandatarios mundiales. Es el caso del general Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón (1794 - 1876), un militar y político mexicano que rigió los destinos de su país hasta en once ocasiones, que se dice pronto, llegando a utilizar el título de "Alteza Serenísima" para enmascarar un gobierno más que dictatorial.
El motivo de traerlo a estas páginas es porque en una de sus múltiples guerras emprendidas contra todo y contra todos, durante el bloqueo francés al puerto de Veracruz (1838), en el marco de la conocida como "Guerra de los Pasteles", un cañonazo le voló la pierna. Sin duda, es una de esas cosas que duelen mucho, sobre todo si te las hacen así por las bravas y sin anestesia que valga. La añoranza por el miembro amputado tan traumáticamente le hizo organizar un funeral de estado para su perdida extremidad en la Ciudad de México, como si fuera para él mismo. Exhibida en un cofre y con sus vendas fue paseada por toda la ciudad, siendo aclamada por el pueblo que valoraba así su heroísmo. Al final terminó recibiendo cristiana sepultura, mientras la gente ya le apodaba por el país como "el quince uñas", otra cosa no, pero guasa un rato.
No corrió mucha suerte el descanso eterno de tan pedestre miembro, pues en los cambios de gobierno que se producían frecuentemente fue desenterrada para causarle todo tipo de daños, ya que no pillaban nunca al dueño del cuerpo completo, que la sustituyó por otra artificial para paliar su nostalgia y corregir sus andares. Ya lo dijo Don Quijote: "Cosas veredes, amigo Sancho".
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