domingo, 27 de abril de 2014

CORNAMENTAS IMPERIALES

Napoleón Bonaparte, Napoleón I
emperador de Francia (1804 - 1815)
     En los últimos tiempos, gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías, se producen curiosos descubrimientos que remueven asuntos del pasado que dábamos por fiables. En este caso ha sido un análisis de ADN el que ha concluido que entre Napoleón Bonaparte (1769 - 1821) y Luis Napoleón Bonaparte (1808 - 1873) no hay parentesco alguno, cuando siempre se había afirmado que eran tío y sobrino, además de emperadores en dos épocas distintas del convulso siglo XIX francés. 
     Así que, amigos, observen detenidamente las dos imágenes de ambos que acompañan a este artículo, porque, a tenor de lo expuesto, no comparten genéticamente nada, cosa que algún avispado lector afirmará habida cuenta que el parecido físico podría darle la razón.  
Luis Bonaparte,
rey de Holanda (1806 - 1810)
y padre de Napoleón III
     Y es llegados a este punto, cuando se abre la puerta a las diversas teorías que tratarían de explicar la situación recién descubierta, pues la ausencia de parentesco supone, por un lado, poner en duda la propia paternidad de Napoleón Bonaparte (Napoleón I). Pero vayamos de lo más sencillo a lo más complejo, en primer lugar, podría suceder que Luis Napoleón Bonaparte ó Napoleón III (su título imperial), no fuera hijo de Luis Bonaparte (hermano de Napoleón I) y de Hortensia de Beauharnais (hija del primer matrimonio de la emperatriz Josefina, casada en segundas nupcias con Napoleón I. Menudo lío ¿eh? No se preocupen, como ven todo queda en casa y la abuela por parte de madre es a la vez la segunda esposa de su tío. Doble lío.), sino que ésta hubiera cometido una infidelidad a su legítimo esposo, lo cual explicaría que Napoleón III no comparta rasgos genéticos con Napoleón I. 
Hortensia de Beauharnais,
esposa de Luis Napoleón,
madre de Napoleón III
y posible infiel
     En segundo lugar, también podría ocurrir que si nos remontamos más atrás en el árbol genealógico de la familia, el propio Napoleón I no fuera hermano de Luis (padre de Napoleón III) porque la madre de ambos, María Letizia Ramolino hubiera sido, en al menos una ocasión, la infiel a Carlo Bonaparte, el padre, puesto en duda igualmente por el dichoso ácido desoxirribonucleico. Pues sería padre de Napoleón pero no de Luis, o viceversa, lo cual haría temblar la paternidad del general y, luego, primer emperador de la familia. 
     En tercer y último lugar, cabría la posibilidad, abundando en este supuesto, que María Letizia Ramolino hubiera sido infiel en más de una oportunidad y que Napoleón y Luis fueran hermanastros, teniendo únicamente como lazo de unión a su madre, siendo fruto de padres diferentes, que en ningún caso incluirían al cabeza de familia Carlo Bonaparte, algo perfectamente plausible al casarse ésta con 14 años y alumbrar más de una decena de hijos e hijas. 
     Tras exponer este guirigay parental aderezado con ADN, que ha movido los cimientos de la familia Bonaparte, conviene decir que no toda aplicación científica a la Historia resulta tan caótica ni siembra tantas dudas, pues las mismas pruebas genéticas realizadas han ratificado la paternidad de Luis Napoleón Bonaparte (Napoleón III) sobre su hijo Napoleón Eugenio Luis Bonaparte (1856 - 1879), fruto de su matrimonio con la granadina Eugenia de Montijo (1826 - 1920), emperatriz de los franceses. 
Luis Napoleón Bonaparte, Napoleón III
emperador de Francia (1852 - 1870)
     Como anécdota, quedará que el análisis de los restos de los emperadores también ha venido a confirmar las sospechas que ya surgieron en el siglo XIX cuando Jerónimo Bonaparte (hermano menor de Napoleón I y de Luis), tío de Napoleón III le espetó a este último: "¡No tiene usted nada de Napoleón!". ¿Será que cómo suele decir el refrán castellano: "Las mentiras tienen las patas muy cortas", y en aquella época ya existían certezas sobre las cornamentas que se gastaban en la familia? Sea como fuere y a la espera de la conclusión de este curioso estudio, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que algunas testas imperiales no estaban solamente coronadas, gracias a Dios que los marcos de las puertas palaciegas suelen ser altos y sus techos más, de lo contrario alguno ó algunos hubieran sufrido fortísimos dolores de cabeza, además de los que ya les proporcionaban el ejercicio del poder. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario