Fotografía tomada al cadáver |
Un pescador encuentra en una playa de Punta Umbría (Huelva) el cadáver de un oficial británico. Con él, una cartera en la que se guardan importantes documentos militares sobre el lugar de la invasión aliada de Europa. Enseguida, toda la red de espías alemanes en España, un país favorable al Eje, se pone en movimiento para hacerse con una copia de los documentos antes de que las autoridades españolas tengan que devolverlos a sus legítimos propietarios para evitar un conflicto diplomático.
Este argumento podría ser el de una perfecta novela de espías, si no fuera porque sucedió realmente. Lo que, aparentemente, parecía un accidente era una complicada trampa tejida por la Inteligencia británica bautizada como "Operación Mincemeat" (carne picada), diseñada para hacer creer a los servicios secretos alemanes que el lugar exacto de la invasión era Grecia.
Se creó una falsa identidad, la del comandante William Martin de los Royal Marines, con una fecha de nacimiento, una novia, una graduación militar, etc. Para completar la operación hacía falta un cadáver, se tomó el de un mendigo galés llamado Glyndwr Michael, que fue trasladado por el submarino HMS Seraph hasta la costa de Huelva, allí en la madrugada del 30 de abril de 1943 fue depositado en el agua con su uniforme militar, su chaleco salvavidas y todo lo necesario para hacer creíble el engaño. Al amanecer, el cadáver fue localizado por un pescador en la playa de "El Portil". Después de analizar los restos, recibieron sepultura en el cementerio de Huelva, donde todavía reposan. Los documentos que portaba fueron devueltos a las autoridades británicas después de habérselos filtrado a los espías alemanes, que cayeron completamente en la trampa.
La identidad del comandante Martin no se conoció hasta 1996, cuando el ejército británico desclasificó los documentos relativos a dicha operación. Uno de los inventores de la operación, Ewen Montagu, escribió en 1953 un libro titulado "El hombre que nunca existió" donde relataba la trama, posteriormente fue llevado al cine. A la tumba de Martin, que sigue estando en el cementerio de Huelva, se le añadió su nombre real y nunca le faltan flores frescas.
no me gusta que se hagan estas cosas sea cual sea el fin, aunque si no se hubiese hecho, a saber donde estariamos.
ResponderEliminarÉtico, ético no es. Pero en tiempos de guerra como fueron aquellos, casi cualquier cosa valía con tal de engañar al enemigo. Seguramente pensaron más en las vidas que salvarían que en la vida del infeliz mendigo que ya había fallecido cuando lo utilizaron.
ResponderEliminaral menos de un mendigo ha pasado a ser un héroe reconocido por todo el mundo
ResponderEliminarEso sí, acabó sirviendo a su país de una forma que quizás nunca hubiera imaginado. Si pasáis por Huelva, ya sabéis que podéis ir a comprobar que la guerra también se jugó por estos lares.
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