miércoles, 1 de julio de 2015

RECOMENDACIÓN BIBLIOGRÁFICA (XV)

     Muchos términos se utilizan para definir lo que consideramos excentricidades de las instituciones o las personas, desde lo casposo a lo más moderno friqui. La prueba de que esas idas de olla son un clásico español, como los toros, el flamenco o la tortilla de patatas, nos la da el maestro de periodistas, ya fallecido, Luis Carandell. Para toda una generación de tele-españolitos mencionar a Luis Carandell es recordarle los informativos o las tertulias de TVE1, donde este personaje televisivo con sus gafas y su sempiterna perilla se dirigía a nosotros con su firme voz. Ahora además, los más jóvenes podemos tener acceso a una de sus recopilaciones periodísticas que nos muestran el lado más poco convencional, o rancio si ustedes quieren, de una España que se asomaba a la modernidad de los años 70. 
     Y es que gracias a las editorial Maeva, y prologado por el televisivo Pablo Motos, podemos disfrutar nuevamente a los 45 años de su primera publicación de todo un clásico del humor carpetovetónico. Como se afirma en las críticas, es una forma más de acercarnos a nuestra historia y así conocernos para querernos un poquito más. Por este show desfilarán desde las "pililas" marca Tudor a editoriales que prometen por fascículos la técnica definitiva para poner a sus pies a las mujeres, pasando por libros de cocina convenientemente expurgados por curas que velarán por su moral o la "guerra del biquini" en una piscina zaragozana. Todo un ejemplo humorístico de la más castiza españolidad, para no perderse.
     

miércoles, 13 de mayo de 2015

BERLÍN, VERANO DE 1945

     Hace una semana apareció en algunos medios de comunicación españoles este vídeo en el que se muestra el estado de la ciudad de Berlín durante el verano de 1945, inmediatamente después del final de la Segunda Guerra Mundial (1939 - 1945).
     Tullidos, soldados aliados que pasean por la ciudad, civiles que contribuyen a las labores de desescombro de edificios en ruinas que se asemejan a esqueletos vacíos tostándose al sol berlinés, niños adoquinando calles contribuyendo así a la reconstrucción, mujeres mayores acarreando bártulos en improvisados carritos, tranvías supervivientes que abarrotados conducen a la exhausta población a sus destinos, la Puerta de Brandeburgo con el cartel anunciador del cambio de jurisdicción, retratos gigantes del omnipresente Stalin que recuerdan en qué zona de Berlín te encuentras, el jeep militar americano orgullo de su industria automovilística en tiempo de conflicto, la Cancillería del Reich de los mil años símbolo del efímero poder nazi, ecos de discursos triunfalistas en un Palacio de Deportes semiderruido... En definitiva, un tapiz hecho con los retazos de un mundo en guerra. 

martes, 28 de abril de 2015

UN REY BAJO EL APARCAMIENTO

Ricardo III (1452 - 1485)
     ¡No! No se me preocupen por el título de este encabezamiento, que ningún honorable miembro de la estirpe regia ha trocado los respetables cubiertos de plata de las recepciones oficiales por las menos glamurosas llaves inglesas de reparación de automóviles en el parking de un centro comercial. El hecho al que quiero referirme se remonta a algunos siglos atrás en el tiempo, concretamente a la  Batalla de Bosworth que tuvo lugar allá por 1485.
     Existió por aquel inquieto siglo XV un grave problema dinástico en el seno de la monarquía inglesa. Una guerra civil conocida como "Guerra de las Dos Rosas" (1455 - 1487) que enfrentó a las familias de los Lancaster contra los York, cada una representada en su emblema por una rosa roja y una blanca, respectivamente. De esta pugna emergerá la contrahecha figura de Ricardo de York (1452 - 1485), sobre todo si nos atenemos a las descripciones físicas que de él se hicieron (tanto en las crónicas como en el teatro, lean "Ricardo III" de Shakespeare y entenderán) y a las recientes pruebas que nos ha aportado la arqueología. Este personaje llegó al trono de rebote, pues era uno de los menores de entre sus hermanos, coronándose rey de Inglaterra en 1483 después de que sus sobrinos, legítimos herederos del reino, fueran encerrados en la tétrica Torre de Londres donde nada se sabe de su oscura desaparición, a la que probablemente contribuyó su querido tío por el ansia viva de reposar su torcido lomo en tan mullido y confortable asiento real, convenientemente acicaladas sus sienes con la preceptiva corona. Los dolores de espalda es lo que tienen, un sillón cómodo soluciona el trance.
     Pero como la alegría dura poco en la casa del pobre, este pasajero alivio sólo alcanzó hasta la mentada batalla, cuando el 22 de agosto de 1485 Ricardo III a la grupa de su brioso corcel, al que luego según Shakespeare querría cambiar por su reino, se enfrentó con su oponente Enrique Tudor. Por lo que sabemos, a pesar de esa escoliosis que arrastraba desde su tierna adolescencia y que le hacía tener unas hechuras algo dispares, el monarca despachó a varios oponentes de alcurnia camino del otro mundo hasta que fue traicionado por una facción de su propio bando, cayendo finalmente en combate (hecho éste que le valió, curiosamente, para ser el último rey inglés muerto en batalla). 
Restos de Ricardo III. Obsérvese el aspecto de su columna vertebral
     Y llegados aquí es donde comienza la peripecia que hace a sus huesos descansar bajo un parking del centro de la ciudad de Leicester. Su aporreado cuerpo (presentaba 10 lesiones, algunas de ellas incompatibles con la vida, que diría algún refinado doctor) fue colocado sobre un caballo y expuesto como su madre lo trajo al mundo, además de ahorcado post mortem. Semejante tratamiento fue una gentileza de Enrique VII, su otrora rival y ahora victorioso y flamante monarca. Tras el escarnio, los restos de Ricardo III fueron depositados en la iglesia franciscana de Grey Friars, pero como ocurre tantas veces, este edificio fue demolido en siglos posteriores, perdiéndose todo rastro de su tumba. 
     En 2012 gracias al trabajo de varios expertos se localizó el lugar y, más tarde, el esqueleto de un varón con daños en su columna vertebral y múltiples heridas compatibles con una muerte violenta. La comparación de ADN con alguno de sus actuales parientes confirmó la identidad del finado, que desde el pasado 26 de marzo de 2015 ha encontrado su eterno descanso en la catedral de la ciudad donde fue sepultado hace más de cinco siglos a toda prisa y sin pompa alguna. La Historia la hacen los que ganan, para muestra este botón.

jueves, 12 de marzo de 2015

ANÉCDOTAS HISTÓRICAS (IV)

El General Ramón María Narváez (1800 - 1868)
     El siglo XIX español es muy proclive a anécdotas de carácter curioso. Si en una entrada anterior hablábamos de lo que le ocurrió al general Leopoldo O'Donnell (1809 - 1867) en la despedida de la reina Isabel II cuando éste se marchaba a la guerra de Marruecos, hoy quiero rescatar algo que le sucedió a otro general decimonónico, también presidente del gobierno durante varias etapas. Se trata de Ramón María Narváez y Campos (1800 - 1868). 
     El General Narváez nació en la granadina localidad de Loja, pueblo famoso por su bello emplazamiento y por unos deliciosos roscos que llevan el nombre del lugar. De una familia noble de la zona, Narváez entraría en el ejército con 15 años para ir escalando puestos al calor de los conflictos bélicos que se desatarían en la convulsa España. Enemigo acérrimo del progresista General Espartero, uno de sus rivales, Narváez sufriría el exilio y un atentado del que saldría vivo, para posteriormente entrar en puestos políticos de la más elevada relevancia.
     Con la mayoría de edad de la reina Isabel II, durante períodos alternos de tiempo, y en hasta siete ocasiones entre los años 1844 y 1868, ejercería la Presidencia del Consejo de Ministros, cargo que equivaldría al de actual Presidente del Gobierno. La única salvedad es que los procedimientos para designar al presidente no siempre implicaban la convocatoria de un proceso electoral, la "dedocracia" era más activa que la democracia. Su importancia como figura política del partido moderado en la España del siglo XIX llegó a ser tan honda y sus enfrentamientos con sus rivales tan duros, que fue apodado El Espadón de Loja
Mausoleo del General Narváez en Loja (Granada)
     La anécdota curiosa de Narváez parece ser que se produjo llegado el momento de entregar su alma al Creador. En su lecho de muerte, y como era costumbre, un sacerdote vino a auxiliarlo espiritualmente para hacerle menos aciago su paso al otro mundo. La escena no debió de tener desperdicio, pues se dice que cuando el clérigo le preguntó si perdonaba a sus enemigos, el General negó tajantemente y afirmó: No tengo enemigos, padre, los he fusilado a todos. Desconocemos la cara que se le quedaría al pobre cura al escuchar semejante respuesta, igualmente tampoco se puede asegurar si el insigne Narváez estaba contagiado del pernicioso virus malafornicius granatensis, aunque tal arranque de moribunda sinceridad nos puede hacer pensar que así era.

jueves, 26 de febrero de 2015

RECOMENDACIÓN BIBLIOGRÁFICA (XIV)

     El pasado mes de enero se lanzó en edición de bolsillo la penúltima obra del maestro Juan Eslava Galán. En 2014 se conmemoraron los 100 años del inicio de la Primera Guerra Mundial ó Gran Guerra, un conflicto devastador que dejó hondas consecuencias tanto económicas y materiales como ideológicas en la mentalidad de los europeos que la padecieron. 
     Todo ello, entendido como un pilar más en la configuración de la Europa que vivimos, ya hace interesante el conocimiento de este hecho bélico por sí. Pero, si además, le unimos el personal estilo del autor conseguimos que leer esta guerra contada para escépticos sea infinitamente más atractivo. Todo aquel que lo haga conocerá mejor los hechos y hallará respuesta a preguntas como: ¿es posible saber si estamos en Alemania ó Francia por el tamaño de los excrementos humanos? ¿Por qué el Lusitania fue tan importante para la guerra? ¿Dónde estaba el general Pétain antes de iniciar las ofensivas? ¿Qué hacían los "boches" y los "poilus" junto con los "tommies"? ó ¿Qué pinta un jamón momificado en una taberna del centro de Jaén? 
     Os animo a la lectura, a encontrar las respuestas y a unas buenas risas aseguradas cuando Juan Eslava Galán está por medio. 

domingo, 25 de enero de 2015

EL ANIMAL MÁS BELLO DEL MUNDO

     Hace décadas, cuando la televisión estaba en pañales y no había llegado a la intimidad de nuestros hogares, el cine era la forma más genuina de espectáculo en el que informarse por medio del NO-DO o disfrutar evadiéndose con las grandes aventuras, y es que en el cine se podía hacer de todo (véase "Cinema Paradiso"). Esta situación creó importantes mitos de la gran pantalla, actores y actrices que desfilaban ante nuestros ojos como si fueran personajes bíblicos, históricos, o los más arraigados tópicos americanos, caso del detective con gabardina de cuello alto y sempiterno cigarrillo que se consume lentamente en unos labios que expresan, junto con el rostro que los enmarca, una mueca mitad incredulidad, mitad chulería (pónganle la cara de Humphrey Bogart y ya me dirán). Otro arquetipo fue el representado por la señora de muy buen ver, lo que los franceses definen como femme fatale, que arrastra al protagonista a la perdición más absoluta de la que no alcanza a librarse porque no puede o porque tampoco quiere. En ese punto y como habría dicho mi abuela, sarna con gusto no pica. 
     Es en este último caso, en el que la protagonista de esta entrada tiene mucho que ver. Se trata de Ava Gardner (1922 - 1990), de la que hoy se cumplen 25 años de su desaparición. Una actriz de los años dorados de Hollywood, los de las películas en blanco y negro que aún hoy encandilan a los cinéfilos, o de las grandes superproducciones que vendrían entre los años 50 y 60 a España, en las que por un bocadillo y unas pesetas que cambiadas a dólares no suponían casi nada se contrataba a todo un pueblo como extras haciendo de romanos en proceso de caída, cristianos en proceso de reconquista, rusos en proceso de sovietización o lo que el director de turno gustase de ver procesándose, que para hacer de bulto siempre hubo muchos voluntarios, entre ellos hasta futuros presidentes de gobierno como Adolfo Suárez. 
     Esta última referencia hispana viene al hilo, ya que la gran Ava Gardner, consumada especialista en el papel de femme fatale, fue una amante de nuestro país y de nuestros paisanos, puesto que además de casarse hasta en cuatro ocasiones tuvo una lista de romances entre la que se cuenta que estaba el torero Luis Miguel Dominguín (el padre de Miguel Bosé, para las nuevas generaciones). Sin duda, esta musa de los sueños más húmedos de los españolitos del momento, debió de ser una mujer de las que dejan huella, y es que aunque bautizada como "el animal más bello del mundo" apodo que parece ser detestaba, su silueta acodada en la barra del madrileño Bar Chicote con esa piel blanca y tersa, melena negra rizada, mirada cautivadora y profunda, senos turgentes, cintura estrecha, muslos acogedores, piernas interminables, y pare usted de contar que se me anima la parroquia y descarriamos varias almas cándidas, a buen seguro hicieron perder a más de uno el seso, la voluntad y muchas cosas más.