viernes, 28 de enero de 2011

EL DR. LIVINGSTONE, ¿SUPONGO?

Encuentro entre Livingstone y Stanley (1871)
África fue un continente que despertó la curiosidad de los europeos a finales del siglo XIX. Hoy hemos visto en clase los motivos que llevaron hasta allí al hombre blanco. Las posibilidades que presentaba eran múltiples, permitía calmar las ansias de aventura que siempre ha tenido el ser humano, pero también desarrollar una nueva vida con más posibilidades de futuro que en una Europa azotada por el desempleo. 
Entre esos exploradores que recorrieron África tiene un lugar de honor el Dr. David Livingstone (1813 - 1873). Este médico y misionero escocés llegó a África en 1841 donde inició su carrera descubridora, durante 8 años recorrió el continente de oeste a este pasando por el río Zambeze y las cataratas Victoria, bautizadas así en honor de la reina. 
Aunque no todas las aventuras que realizó salieron bien, durante la llevada a cabo entre 1858 y 1863 murieron casi todos los occidentales que le acompañaban, entre ellos su hermano Charles y su mujer Mary Moffat. Por culpa de este incidente no pudo encontrar nadie que le sufragara otras expediciones, viéndose obligado a regresar a Inglaterra en 1864. 
Un año después, la Royal Geographical Society lo seleccionó para buscar el lugar donde nacía el río Nilo, regresando nuevamente a África en 1866. Allí creyó descubrir el Nilo, cuando en realidad había descubierto la cabecera del río Congo. Las últimas noticias que se tuvieron de él lo situaban en el lago Tanganica. 
En 1869, el diario americano New York Herald preparó una expedición para buscarle, encomendada a Henry Morton Stanley. El 10 de noviembre de 1871, tras dos años de búsqueda, el Doctor Livingstone fue encontrado gravemente enfermo en la aldea de Ujiji. Allí Stanley pronunció la famosa frase que pasaría a la posteridad: "Dr. Livingstone, I presume?" ("El Dr. Livingstone, ¿supongo?" - como si hubiera muchos hombres blancos en el centro de África). 
Una vez restablecido de sus dolencias, ambos recorrieron el lago Tanganica, pero Livingstone no quería volver a Inglaterra, de manera que en 1872 Stanley se despidió de él. Al año siguiente, uno de los más grandes descubridores, enamorado de África, desaparecía para siempre. Cuentan que su cuerpo fue conservado en sal y trasladado hasta Londres donde sus restos se encuentran, junto a otros ilustres británicos, en la abadía de Westminster. Su corazón fue extraído y sepultado bajo un árbol en su amada África. 

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